Dentro de este género o bien encontramos paisajes sin intervención humana, en las que la naturaleza se muestra como símbolo de lo virgen o lo puro, o paisajes idílicos de escenas pastorales en las que el humano se mimetiza con este sentido de la armonía o representaciones de paisajes urbanos que muestran una romantización de la civilización.
El contacto con la naturaleza que no se comprende bajo las reglas de la pureza natural se denomina artificial. La belleza de lo artificial está supeditada a la moralización de la armonía atribuida a la cualidad de lo natural, ignorando su belleza en potencia desde la expresión del exceso y la decadencia.
La bomba atómica como paisaje natural.
Pensamos el mundo como un jardín domesticable que nos invita a hacer juegos de arquitectura simbólica. Pero se muestra como un jardín desasido: existe en un movimiento de fluctuación entre la domesticación y la feralidad de sus fuerzas, y nosotros como animales desasidos contribuimos a esta realidad.
Este planteamiento sortea el problema del humano como objeto artificial pero nos plantea nuevas preguntas: ¿qué significa pintar al aire libre hoy? O, ¿qué jardínes deseamos diseñar como hábitat?
Está serie busca desde el humor, la crítica, el absurdo y el juego, tomar esta práctica que fomenta la atención, observación e interpretación de nuestro entorno para celebrar estas preguntas.